Pero de amor nadie se muere. No, y eso es lo malo. Porque a cada instante, en cada latido duele. Duele en serio. Uno va por la vida agarrando fuerza de quiensabedonde para seguir sollozando. Sin acabar de morirse.
Dos y diez.
Qué difícil es resistir el impulso de llamarle, de enviarle un mensaje. De hacerle saber, de alguna forma, que pienso en ella.
Lo único que quiero es que deje de doler...